Mi amigo Alberto Trotta me solicitó que escribiera algunas líneas a modo de prólogo a su libro. Su texto no necesita de ésta ni de ninguna presentación. Basta que el lector se acerque para que encuentre aquello que el autor ha tenido la intención de transmitir. La letra más allá de la forma y no sin ella se encarna, convirtiéndose en el instrumento idóneo para su estilo. En la huella de Levi, Wiesel, Antelme, Rosencof, Urondo, entre otros, suma su voz, no para decirnos de su dolor, o su padecimiento, no para que nos apiademos de su vida en cautiverio. No hay un sólo requerimiento en ese sentido. Por el contrario hay una dignidad que suspende cualquier misericordia. Convoca, denunciando ciertas realidades del régimen dictatorial, a la reflexión. Se muestra y nos muestra a cada uno de nosotros, convierte la historia y su experiencia en un espejo en el que no podemos dejar de mirarnos.
Las luces no alcanzaron.
¿Para qué? Podríamos preguntarnos. ¿Para qué no alcanzaron?
Leí, fui siguiendo su texto y sin estar en el pabellón, entre los reclusos, escuchaba su voz, a mi alrededor tampoco volaba una mosca, nada distraía mi atención. Escuchaba tu voz ofreciendo recortes de tu vida, de una vida que habías vivido, tal vez, sólo para contársela a aquellos con quienes compartías la cárcel, a ellos… y a nosotros, después, ahora. Para que ellos vieran a través de tus ojos el mundo. Un mundo que sin tu mirada no hubiera existido. Tú lo hiciste existir para que ellos lo habitaran en tu compañía. Agrandabas su mundo como los aficionados maestros, alfabetizando…, los sacabas a la calle, los hacías bailar al compás del samba, de las cachinhas, frigideiras, tubas y birimbau, con las mozhinhas, en el cortejo a Baco. Les regalabas la noche abierta, extensa, bajo las estrellas.
Les habías proporcionado asesoramiento jurídico, allá en Coronda, pero esto era otra cosa, esto que ahí relatabas, en Rawson, era la fiesta de la vida.
Muchos de ellos lo experimentarían tiempo después con el Devotazo.
De eso se trataba, se trata.
Como ofreciste antes, con el compromiso de tu vida, propones ahora, con tus relatos. Nos despiertas, nos sacas de la modorra y nos ofreces, en medio del horror, nuevamente el mundo.
Álvaro Couso