Una invitación a quienes lo deseen… 07/06/2017 – Publicado en: Blog

…, estén de acuerdo y lo sientan necesario, a intervenir en el espacio público para llevar adelante un mínimo programa de acción en relación a lo que está aconteciendo en una zona de la Palestina ocupada (Gaza), que la mayoría de los medios llaman estado de Israel:

  • Impugnar la denominación de este verdadero proceso de limpieza étnica como «guerra», instancia de por sí dolorosa, pero en donde por lo menos se reconocen dos estados existentes beligerantes y fuerzas armadas contendientes, al margen de la comparación del poder de fuego entre ambas. Lo que está ocurriendo en Gaza es una masacre unilateral llevada adelante por el colonialismo sionista (tributario ideológico de los nacionalismo europeos del siglo XIX, nacionalismo de «suelo y sangre»), de una disparidad abrumadora, que tiene una débil resistencia, armada más con voluntad que con medios idóneos a estos fines.
  • Tratar de historiar los acontecimientos, más allá de lo dificultoso que esto sea en momentos y sitios donde se piden respuestas fáciles y rápidas (e inútiles, por ser así requeridas). El sionismo ha manejado desde principios del siglo XX las ideas de traslado y expulsión de la población originaria de Palestina, para judaizar la tierra, argumentando supuestos derechos bíblicos, en donde El Libro funge como una súper escritura imposible de ser puesta en entredicho por escribano alguno. Aquí surgen dos ideas igualmente peligrosas, dos ficciones orientadoras que impulsan la limpieza étnica y operan hasta hoy: la noción de tierra prometida y la de pueblo elegido por la deidad de la tribu beneficiada, en detrimento del «otro», geografía elemental de cualquier forma de colonialismo. Para quienes a pesar de nuestro actual e irrenunciable ateísmo, hemos tenido años a, alguna formación religiosa, no nos es ajeno el verbo bíblico (tomado como programa político por el sionismo, a pesar de su laicidad) en donde la deidad tribal (Yahve) autoriza, impulsa y vigila con atención cómo su pueblo elegido (habiru, hebreos) elimina toda oposición (mujeres, niños, hacienda) sembrando sal en la tierra de los derrotados, y castigando a aquellos que siendo parte del pueblo elegido, así no lo hicieren (Éxodo, Libro de los Jueces, Deuteronomio). Esta deidad vengativa que festeja e impulsa la limpieza étnica como condición para la existencia del pueblo elegido (y para que acceda a la tierra prometida) es todo un hallazgo en el mundo de las creencias del mediterráneo antiguo, como lo destacó el gran historiador marxista St. Croix, en su indispensable (y voluminosos) «Lucha de clases en el mundo greco-romano». Bien decía el reverendo Michael Prior que habría que poner una banda impresa en la portada de La Biblia, advirtiendo sobre su contenido. Por supuesto, esta no es la historia antigua de la región y los pueblos que la habitaron, pero insisto, sí una ficción orientadora tomada por el moderno estado de Israel, que matriza y justifica comportamientos actuales. Me atrevería a decir que La Biblia ha prestado un inestimable apoyo a todas las empresas coloniales de la modernidad y a esta en especial. Este derrotero iniciado por las primeros asentamientos europeos judíos en la década de 1880, financiados por los Rothchild, tomó mayor fuerza luego de la declaración Balfour de 1917, la derrota y desmembramiento del viejo imperio otomano, y el ingreso de los británicos con el mayor Allenby a la cabeza, junto con un delegado de las organizaciones sionistas en Palestina. El comienzo del mandato británico, fue el comienzo del impulso arrollador de la colonización sionsita, un cambio de velocidad y magnitud en este proceso. Así y todo, al inicio de la Nakba (la catástrofe para los palestinos) en 1947, los judíos (en abrumadora mayoría europeos migrantes de las últimas décadas), ocupaban el 5% de la tierra, y eran menos del 30 % de la población. Su objetivo no era construir un estado con los que estaban, sino sin ellos, sin importar la realidad demográfica, histórica, cultural y social de esa sociedad, que sería devastada.
  • Unificar las movilizaciones. Personalmente, he participado en dos la semana anterior, convocadas ambas con la misma pasión antiimperialista por fuerzas que en este tema puntual, tienen menos diferencias que en otros (caracterización del gobierno nacional, formas de construcción política, coyuntura, etc).

No veamos estos hechos como una alteridad, un momento díscolo de la política israelí explicable en la dinámica de la confrontación entre halcones y palomas dentro de dicha formación estatal. Es parte irrenunciable –desde sus intereses– de su programa político: el vaciamiento de la Palestina histórica de su población originaria, y la judaización de la tierra, tomando como base los mitos bíblicos, que se transforman en puntos excluyentes de su programa político.