A cualquiera que se le pregunte cuál es la mayor industria cinematográfica del planeta, no dudará en contestar «Hollywood». Sin embargo en términos de cantidad de producciones anuales es ampliamente superada por la India, que casi triplica las estadounidenses, y China, que casi las duplica. No es el número, entonces, el que determina la dominación internacional de los films estadounidenses. Un indicio de ello se encuentra en la entrega de los premios Oscar de la Academia de Hollywood, un evento de características únicas. Este es un hecho cultural y económico que se transmite por televisión a más de 200 países del mundo, con un estimado de mil millones de espectadores (lo que determina, asimismo, la comercialización del producto a miles de televisoras y la venta de pautas comerciales). Este fenómeno, sin perjuicio de las enormes sumas de dinero implicadas, debe entenderse desde una perspectiva de tipo cultural, a la que necesariamente ha de añadirse el concepto de imperialismo.
Partiendo de esta afirmación, que no debiera de provocar altas dosis de asombro, El cine y la historia de la sociedad invita a la reflexión sobre diversas preguntas: ¿cuáles son las estructuras narrativas de los films, de la historia académica y de la memoria y cómo interactúan entre sí en función de la representación del pasado? ¿Cuál es la importancia del medio audiovisual producido en Hollywood y sus implicancias para el resto de las sociedades occidentales? En función de la historia, ¿el cine se constituye como una fuente histórica o como un discurso narrativo? ¿Por qué un texto histórico escrito, frente a uno fílmico posee un mayor grado de credibilidad a los ojos de la mayoría de los cientistas sociales? ¿Cuáles son los criterios y preceptos que alimentan dicha postura?
