Los motivos que impulsaron a miles de argentinos -mujeres y hombres- a integrar las organizaciones de la izquierda revolucionaria de los años setenta -sea en sus vertientes marxistas o nacional populares, hayan sido partidarias de la violencia insurreccional, o de la guerra popular prolongada- han sido, son y serán, objeto de arduo debate en la política, la cultura y las ciencias sociales argentinas; y no podría ser de otro modo: de alguna forma, el país de nuestro presente -en sus clivajes más profundos- tiene origen en cómo se resolvieron los conflictos sociales, económicos y políticos planteados en ese pasado reciente.
La producción editorial ha dado cuenta de este debate, siendo quizá nuestra casa –junto a otras afines–, una de las que mayor énfasis ha puesto (y pone) en llevar a consideración del público libros, investigaciones y ensayos de jóvenes historiadores y cientistas sociales de las universidades públicas, que versan sobre estos temas, con la firme convicción de que no hay modo alguno de recuperar una praxis emancipatoria, sin recuperar en forma crítica, el legado y la rica tradición de la izquierda revolucionaria de los años sesenta y setenta.
A esta convicción casi axiomática -en tanto nos gusta reconocernos en la actividad académica, a pesar de todas sus limitaciones- le hemos sumado la no menos importante decisión de dar a conocer también la voz de los protagonistas, por el sencillo motivo de que su pulso, su ritmo, su respiración, tienen una posibilidad de transmisión, que trabajo académico alguno quizá tenga.
Desde aquí, es que pensamos que Nada a cambio, como antes Tributo a Naviante, de Cacho Narzole (Jorge Alma), es importante. No para que estemos absolutamente de acuerdo con lo que su autor plantea -algo que por otro lado, él no nos solicita- sino para reconocer en su derrotero, que ésos, fuimos nosotros. Que Ojito, Cabezón, Ramón, María, y hasta el mismo Santucho, son también en realidad, nuestros vecinos, con sus virtudes y defectos, parte de la sociedad y el tiempo que les tocó vivir, que un día decidieron tomar la historia en sus manos. Quienes a esto de conocer el pasado para comprender el presente (y así tener alguna chance de cambiarlo) nos dedicamos, con mayor o menor talento y erudición, tenemos muestras de sobra en donde nuestros iguales han sido canallas, traidores y genuflexos con el poder de turno, pero también muchísimas otras en donde han sido solidarios, consecuentes y resistentes, aún a costa de sus propias vidas. Sin obviar a los primeros, elegimos contar la vida de los segundos. ¿Por qué? Porque son los nuestros, y la proa que marcaron hace casi cuatro décadas, es nuestra proa.
Una sola advertencia: el título llama a engaño. Si se interpreta que el Nada a cambio, remite a la esfera de lo personal, -dinero, posición, bienes, etc.- estamos con él de acuerdo. Pero en otro sentido, los militantes setentistas -incluidos los del PRT-ERP- fueron a por todo; y allí radique quizá, el tamaño de su desafío, y el terror que aún concita en las clases dominantes, la restitución y reinstalación -ni ingenuizada, ni romantizada, no neutralizada- en nuestra sociedad civil, de su praxis y su memoria.
Alejandro Falco