«… porque ese balcón vacío, sin Perón con la gente dada vuelta, es el símbolo de esa cagada que fue Ezeiza. Y después un tipo que me vino a preguntar a mí, me dijo: compañera, ¿cómo hago para volver a Jujuy?».
Me integré a la investigación sobre la organización peronista Guardia de Hierro que estaba llevando adelante el Archivo de Historia Oral intrigada por conocer qué habría motivado a las militantes mujeres a participar en una organización que asociaba, por su nombre, fuertemente con la derecha e imaginaba, por ende, especialmente machista.
Todas las ex militantes que entrevisté fueron amables conmigo y estuvieron bien predispuestas a colaborar con la investigación una vez sorteada cierta resistencia a considerar importante su propio testimonio, instándome a que hablara directamente con Alejandro Álvarez, exlíder de la organización, o que recurriera al libro que había sido recientemente publicado. Si tuviera que caracterizarlas, tendría que confesar mi desconcierto… Las exmilitantes guardianas tienen hoy alrededor de 60 años y son un híbrido de «señoras bien» de clase media-alta, pero con una sorprendente trayectoria de militancia de base que hace que sepan exactamente qué colectivo o tren tomarse para ir a cualquier lugar de la ciudad de Buenos Aires o del Gran Buenos Aires. La «calle» y los años de militancia se les nota no sólo en su destreza para narrar historias, en lo rápido e incisivo de sus respuestas, y en cómo pueden confrontar sin incomodar al interlocutor, sino también cuando el relato se hace más vívido, cómo, sin que ellas lo noten, aceleran el ritmo del habla, cambian la cadencia habitual de su voz y hablan como la gente de barrio.